¿En qué nos basamos para elegir un banco cuando decidimos colocar gran parte de nuestros ahorros en una de estas instituciones? Y cuándo vamos a contratar un seguro, ¿qué parámetros consideramos para elegir a esta compañía y no a la otra?
En un caso depositamos nuestros bienes, en el otro nuestra seguridad a futuro. La realidad es que los parámetros pueden ser muchos y variados, pero el más importante de todos y el que prima a la hora de tomar una decisión es uno: la confianza.
Confiamos en nuestro banco y esperamos que sea sólido y quedarnos tranquilos que nuestros ahorros estén bien resguardados. Sin embargo, de pronto nos encontramos frente al banco cerrado, y gente golpeando con jarros o cucharas las cortinas metálicas con la esperanza de alguna respuesta. Confiamos en nuestra compañía de seguros porque sabemos que va a responder ante cualquier siniestro. Pero de pronto nos enteramos que nuestra compañía quebró y que el seguro que teníamos ya no se puede cobrar.
Estas mismas experiencias son las que vivimos en el ciber-mundo. ¿En quién confiamos para brindarle todos nuestros datos y más? En compañías sólidas, fuertes, con millones y millones de usuarios que también confiaron en ellas y que no sólo utilizan sus aplicaciones primarias sino las aplicaciones cruzadas (como las de login) que nos permite autenticarnos en cientos de otras aplicaciones con un solo clic sin la necesidad de recordar cientos de usuarios y contraseñas.
Claro, para lograr esto, cada aplicación cruzada, nos pide acceso a todos nuestros datos. Pero nosotros confiamos, tenemos fe en que nuestros datos estarán bien protegidos y ese instante frente a los dos botones “Yes” y “No”, damos “Yes” casi sin dudar y, obviamente, sin nunca leer las condiciones y consecuencias de ese clic. Porque tenemos fe.
Pero las aplicaciones, los sistemas y las organizaciones no se mueven en función de la fe, sino de los negocios. Y de pronto, nos encontramos con 50 millones de usuarios que no tienen ni cucharas, ni una cortina metálica donde golpear, pero cuya fe fue abusada de la misma manera que aquellos ahorristas. Fue la combinación de una importantísima empresa de Big Data de Inglaterra combinada con la mayor red social del mundo quienes abusaron de la buena fe que sus usuarios habían depositado en ellas. Usando y abusando de la información que fueron cosechando durante años. Y lo peor de todos, lo admiten. La red social dice que los datos no les fueron robados, ni hackeados, que todo fue parte de un negocio. En medio de esta crisis, el director de Seguridad Informática de la red renuncia. Siempre durante las crisis, las internas salen a la luz.
Como dato curioso, hasta ahora no conozco a nadie ni leí en ningún lado, que a pesar de esta prueba de mala fe, hayamos dejado de utilizar la mayor red de mensajería de celular del mundo, que como todos sabemos, pertenece a la red social de la que estamos hablando, y que, probablemente siga recolectando nuestros datos.
¿Estamos eligiendo bien? ¿Entregarle nuestra información y nuestros secretos a una empresa sólo porque es grande, porque cotiza en la bolsa de Nueva York y porque está en el extremo superior derecho de los cuadrantes de Gartner garantiza que se puede confiar en ella?
Nota por Carlos Benitez