
Un golpe de suerte, o de cómo Mark Zuckerberg creó conciencia para la implementación de GDPR
Nota por Carlos Benitez
Nota por Carlos Benitez
El kernel de un sistema operativo es el componente principal o núcleo, donde se encuentra la parte central de su funcionalidad.
Un kernel “monolítico”, el más utilizado en los sistemas operativos actuales, se construye para contener la mayor cantidad de funciones, servicios y soporte para dispositivos posibles. De esta forma, el usuario cuenta con toda la funcionalidad que necesita en el momento que la precisa. No es necesario cargar o instalar componentes o drivers cada vez que se deba usar un dispositivo nuevo; simplemente el kernel contiene todo lo que el usuario requiere para correr sus aplicaciones.
La utilización de kernels monolíticos se viene dando desde hace años. Y como cada vez se agrega más funcionalidad, cada versión del kernel tiene un tamaño mayor a la anterior. Esto ha llevado a que, por ejemplo, las últimas versiones del kernel del sistema operativo Linux, estén construidas a partir de aproximadamente unas 18 millones de líneas de código fuente.
Está claro que un kernel de tal tamaño posee indudablemente una inmensa funcionalidad, pero del mismo modo la casi absoluta imposibilidad de una revisión completa. En especial de posibles defectos de seguridad debidos a errores de programación.
En el otro extremo del espectro, un “microkernel” es un kernel que contiene la mínima cantidad de funciones necesarias para que un sistema operativo funcione. Su objetivo principal es que las funciones incluidas sólo permitan administrar el resto de los subsistemas. Contrastando con los kernels monolíticos, el código fuente de los microkernels tienen solo algunas decenas de miles de líneas de código. Esta característica hace que sean más fácilmente auditables y de esta forma, mantenerlos en un muy elevado nivel de seguridad.
Si bien existen algunos sistemas que vienen utilizando microkernels desde hace mucho tiempo (como el sistema operativo de tiempo real QNX), sólo se utilizan para propósitos muy específicos en sistemas embebidos.
Hoy en día se han y vienen desarrollando una pequeña variedad de microkernels cada uno con sus particularidades. Los grupos que los desarrollan vienen trabajando desde hace años en aplicaciones prácticas de microkernels que permitan construir sistemas con altísimos grados de seguridad.
Pero entre ellos, existe un proyecto al que se le debe prestar particular atención, nos referimos a Genode.
Este proyecto toma los elementos básicos de los microkernels y de hecho utiliza microkernels existentes (como seL4, Fiasco.OC o Pistachio), como un microkernel propio directamente asociado al hardware (base-hw) para componer un concepto novedoso.
Genode propone un administrador de microkernels que lo convierte en un framework completo de sistemas operativos pero con características de seguridad muy superiores. Uno de los conceptos desarrollados en Genode, consiste en iniciar el sistema operativo con un proceso madre o raíz del microkernel al solo efecto de administrar a sus procesos hijos. Luego, se disparan diferentes instancias del mismo proceso para manejar cada una de las funciones del sistema, como por ejemplo el acceso al sistema de archivos, el manejo de la red, manejo de dispositivos de entrada/salida, funciones criptográficas, etc. Cada una de estas instancias del microkernel corre en un dominio separado, es independiente del resto y sus permisos son manejados exclusivamente por su proceso madre. De esta forma, si un atacante se adueñara de alguno de estos procesos, su proceso madre podría reiniciarlo sin interrumpir la ejecución para el usuario, eliminando la conexión que generó el atacante y cortando el vínculo con él.
Este complejo mecanismo de seguridad, junto con esquemas de virtualización basados en librerías de Virtualbox, hacen que mediante Genode se puedan instalar sistemas operativos completos pero basados en la tremenda fortaleza de los microkernels.
De hecho Genode Labs, la empresa que está detrás del sistema, tiene planeado liberar durante este año la primer versión estable de su propio sistema operativo completo, el Sculpt; además de sistemas de administración de paquetes, interfaces gráficas, etc. que permitan la utilización de estos sistemas tan seguros, ya no para propósitos específicos sino para casi cualquier aplicación.
Disponer de esta tecnología permitirá, en un futuro cercano, poder instalar desde servicios específicos en pequeños dispositivos hasta sistemas de escritorio y servidores con altísimos grados de seguridad basados en microkernels. Es por esto que tal vez, éste sea el primer paso de un cambio profundo en la mejora de ciberseguridad de nuestros sistemas.
Nota por Carlos Benitez
Nota por Carlos Benitez
Claro, para lograr esto, cada aplicación cruzada, nos pide acceso a todos nuestros datos. Pero nosotros confiamos, tenemos fe en que nuestros datos estarán bien protegidos y ese instante frente a los dos botones “Yes” y “No”, damos “Yes” casi sin dudar y, obviamente, sin nunca leer las condiciones y consecuencias de ese clic. Porque tenemos fe.
Nota por Carlos Benitez
Nota por Carlos Benitez
Si al lector descuidado se le preguntara qué clase de información cree que es la más apreciada como objeto de robo por parte de los ciber-delincuentes, probablemente responda: “los datos de cuentas bancarias o tarjetas de crédito”. Nada más alejado de la realidad.
La suma de contra-medidas con los que cuentan hoy en día los sistemas bancarios y los de las tarjetas de crédito (o al menos algunos de ellos), hacen que la posibilidad de sacar rédito a esta información no sea tan fácil. Por este motivo, el robo de esta información a sitios donde existen bases de datos inmensas con datos de clientes se hace, pero no es tan atractivo. Casos famosos como los de Equifax en su incidente inicial y en su reciente descubrimiento lo demuestran.
Sin embargo, el botín más preciado hoy en día no son los datos de las tarjetas de crédito sino la información de registros médicos de las personas. En la actualidad se está utilizando, en particular en Estados Unidos, el denominado EHR (Electronic Health Record o Registro de Salud Electrónico) o EMR (Electronic Medical Record oRegistro Médico Electónico). Esta información permite a los médicos contar con información médica actualizada, verificada, ordenada y completa de los pacientes que les permite brindar un mucho mejor servicio.
Más aún, muchos de los hospitales, las clínicas, los laboratorios, los centros de diagnóstico en el mundo cuentan con tecnología muy avanzada para el cuidado de la salud y el diagnóstico. Los sistemas son cada vez más complejos y están cada vez más conectados por lo que utilizan toda esta información de los pacientes que está almacenada en múltiples bases de datos, y circulan por múltiples redes.
Pero esta información tan rica y tan útil para pacientes y médicos, también lo es para los ciber-delincuentes. Para ellos, poder obtener información sensible de la salud de la población, saber su información demográfica, nombre, información histórica del lugar donde vive, lugares de trabajo, nombres y edades de los parientes, historial médico; incluidas las visitas a los médicos y los diferentes diagnósticos recibidos incluyendo: cáncer, enfermedades de transmisión sexual, enfermedades psiquiátricas o enfermedades raras que requieren tratamientos carísimos, son de altísimo valor en el mercado negro.
Tanto es así, que el valor que se paga por un registro médico robado, puede variar de entre 400 a 4.000 veces el valor de un registro de un número de una tarjeta de crédito.
Al contrario que los casos de robos de datos de tarjetas de crédito, los casos de robo de registros médicos se multiplican en forma constante. Los más famosos, por mencionar algunos, son: 26 millones de registros robados al sistema de salud de Inglaterra NHS en marzo de 2017; 3.3 millones de datos a la empresa de tarjetas de identificación médica Newkirk Products, Inc; 3.7 millones de datos robados a la empresa de salud Banner Health enagosto de 2016; 4 millones de registros robados a la empresa Advocate Health Care Network, que maneja 12 hospitales y más de 200 centros de tratamiento en Estados Unidos; y la lista sigue.
Y aquí se presenta una combinación mortal de tres factores: 1) el enorme valor que tiene esta información en el mercado negro; 2) las pobres medidas de seguridad que suelen aplicarse en los hospitales, centros de salud y de diagnóstico y tratamiento; y 3) las vulnerabilidades intrínsecas que posee el equipamiento médico de última generación.
Sobre el tercer punto en particular, cabe mencionar que existe gran cantidad de reportes e informes que demuestran lo peligroso de estas vulnerabilidades. Este reporte, realizado en 50 centros de salud de Estados Unidos durante 2017, menciona que el 51% de los dispositivos vulnerables a ataques corresponden a sistemas de imágenes médicas. Teniendo en cuenta además, que cerca del 20% de los dispositivos electrónicos instalados corresponden a sistemas de imágenes, la superficie de ataque se vuelve inmensa y la probabilidad de ser blanco de ataques, altísima.
El mismo informe menciona además, que la mayor parte de las fallas técnicas de seguridad corresponde a tener los sistemas operativos desactualizados, utilizar contraseñas o sistemas de autenticación débiles. Pero hay otra falla muy importante; del total de problemas de seguridad descubiertos, el 41% corresponde a errores o prácticas débiles por parte de los usuarios. Estas prácticas consisten en que los usuarios tienen la posibilidad (y lo hacen) de instalar aplicaciones inseguras en los equipos que manejan dispositivos médicos, y hasta navegar por Internet! De esta forma abren la puerta a que un sitio malicioso o infectado, descargue malware en el equipamiento médico y lo infecte. Otra vez el eslabón más débil de la cadena: el usuario que no posee la conciencia suficiente de los peligros en el ciber-espacio.
Tan grave es la situación, que el departamento de salud de Estados Unidos creó el ‘US Department of Health and Human Services “Wall of Shame” donde todas las instituciones de salud del país están obligadas a reportar cualquier ciber-incidente de seguridad que haya afectado la privacidad de por lo menos 500 registros de datos de salud.
Más allá del valor que posee cada registro en el mercado negro, la pérdida o difusión de esta información tiene un costo económico. De acuerdo al Instituto Ponemon (página 13 del informe) el costo de cada registro perdido en el año 2017 fue de U$S 380. Le dejo al lector la tarea de multiplicar ese número por la cantidad de registros robados en los casos mencionados más arriba.
Y esto se produce aún a pesar de los enormes esfuerzos que se están haciendo para evitar este daño. Por ejemplo, en Estados Unidos en particular, existe desde el año 1996 una ley cuyo objetivo es el de proteger los datos médicos de los pacientes, la ley se denomina HIPAA (Health Insurance Portability and Accountability Act) que deben cumplir todos los centros y profesionales de la salud.
Del mismo modo en que nos preguntamos en notas anteriores, nos volvemos a preguntar: ¿Qué queda para nosotros de este lado del mundo?
Hoy en día la tecnología de diagnóstico y tratamiento médico está cada vez más avanzada y, por otro lado, la posibilidad de importar equipamiento se ha facilitado enormemente en los últimos años. Estamos importando equipamiento cada vez más complejo, que se conecta necesariamente a las redes almacenando y transmitiendo datos sensibles y confidenciales de la salud o de los pacientes. Esto nos sirve para facilitarle la vida a pacientes y médicos brindándoles información online de los diagnósticos. Estamos además, cumpliendo muy bien con el medio ambiente reduciendo enormemente la impresión de resultados de diagnósticos.
Sin embargo, ¿estamos protegiendo esos datos de la forma que deberíamos? ¿Las tecnologías de diagnóstico y tratamiento son las mismas que están siendo utilizadas y atacadas en los países donde se desarrollan, pero las medidas de ciber-seguridad son las mismas? Y las medidas de concientización a los usuarios (médicos, técnicos, profesionales) sobre el uso de estas tecnologías, ¿son las adecuadas?
¿Qué pasaría si se robaran en nuestro país datos confidenciales de salud de cientos de miles de pacientes? ¿Qué pasaría si un ransomware (como por ejemplo Wannacry) cifrara todos los datos de un base de datos de un hospital y los datos de pacientes en riesgo, por ejemplo, se volvieran inaccesibles?
La tecnología abre las puertas a mundos fascinantes y fabulosos que nos ayudan a mejorar nuestra vida y, en este caso, no sólo a mantenernos comunicados sino a tratar vincularse con nuestra salud. Pero esta misma tecnología tiene sus peligros y sus responsables deberían tratarlos de forma seria y responsable para que no haya fallas de seguridad y se pueda utilizar de forma confiable.
Nota por Carlos Benitez